jueves, 31 de enero de 2008

¿Dónde está Rocío? ... ¡Ahí está!

Rocío se levanta todos los días a las 10. Dos o tres veces por semana se las ingenia para amanecer abrazada a su madre, pateando la espalda de su padre. Se levanta sonriente y de buen humor. Rocío puede abrir la tapa de su enorme cajon de juguetes. A Rocío le encanta la televisión. Ella baila. Baila con la música de sus programas de tv favoritos, con la música que ponen en el supermercado, con la música de algún carro en la calle y con la música que ella misma pone al presionar los botones de su mariposa musical. Ella levanta los brazos con la canción del avión, cubre sus ojos con la del "cubre tus ojos y cuenta 10" y mueve los hombros con el "arroz con leche." Aplaude al terminar cada canción.

A Rocío le encantan las peras, toma cuatro mamaderas de súperleche al día, recibe sus alimentos con ánimo, por lo menos una vez al día hace popo y duerme dos horas de siesta todas las tardes. Después de la siesta, se prepara para salir. Rocío llega al parque aplaudiendo de felicidad y protestando si no la sacan del coche rápidamente, corre, juega con los otros niños al dame y te doy mi juguete del día, persigue a las palomas y quiere abrazar a los perros. Rocío hace pataletas si ya es hora de volver a casa y no había sido suficiente parque para ella. Cuando es así, vuelve a casa a los gritos y con lágrimas de protesta. También llora cuando se cae, cuando quiere algo que no le dan, cuando sus padres se preparan para salir y no la preparan a ella, y recientemente, pone cara de llanto y emite un quejido agudo cuando su nana se empieza a despedir por el día.

Rocío corre a los brazos de su padre repitiendo papá, papá, papá cuando su papá llega de trabajar. Balbucea algo con emoción señalando frenéticamente los objetos a su alrededor. Después de los besos y abrazos, vuelve a lado de su madre y exige atención. Rocío aplaude los goles de los programas de fútbol de su papá, avisa si se ha hecho popo, grita para asustarte, te enseña los dientes sonriente si metió algo en su boca que no debería haber metido, pide agua, disfruta su baño, se ríe a carcajadas, juega al ¿dónde está Rocío? cubriéndose la cara con algo, toma su mamadera y se va a dormir.

¿Describe esto a un bebé de un año y un mes normal y feliz? Yo diría que sí.

miércoles, 30 de enero de 2008

Las lecciones del tiempo

Después de casi un año de haber descubierto el primer rastro de alergia alimentaria en nuestra bebé, hemos aprendido que algunas indicaciones de que algo sospechosamente alérgico está pasando en un intestino son: mucosidad y sangre en las deposiciones. La mucosidad es algo gomoso transparente o como gel cuando la deposición está seca. También es mucosidad cuando el popo fresco es brillante como si tuviese aceite encima. La sangre en el popo no es tan evidente como pareciera que puede ser. Generalmente se ve como un minúsculo puntito o hilito por aquí y por ahí. Esto realmente hay que ser un experto o una madre para encontrarlo. Otros síntomas son una notable baja en el peso, evidente transtorno del sueño y rechazo rotundente a la comida. Y otros, que yo no ví en mi bebé pero que sé que se prensentan en algunos casos son sarpullido, vómitos, reflujo, hinchazón en la panza, y en casos de reacción inmediata, inflamación de cara, labios, cuello y extremidades.

Respecto a los alimentos, también aprendimos que para empezar a ver mejoras hay que ser súper estrictos y tomar en cuenta todas las fuentes de contaminación alergénica. En nuestro caso, aprendimos que la leche y la soya están presentes como conservantes y colorantes en casi todos los dulces, chicles y caramelos, en las frutas secas, en las frutas enlatadas, en las sopas instantáneas, en los caldos y consomés, en los aceites, en casi todos los alimentos enlatados, básicamente, en todos los productos que dicen conservantes o aceite vegetal natural. También hay algunos refrescos y aguas sin gas que tienen colorantes hechos de soya. Hay que leer las letras chiquitas. En caso de los alimentos para bebés, podrás encontrar en absolutamente todos los productos envasados una oración que dice que el alimento ha sido o puede haber sido procesado en maquinaria donde se también se procesaron productos lácteos. Esto incluye toda la línea Nestum y productos Gerber. Los únicos envasados que son seguros son los Gerber de frutas porque son preparados sin colorantes ni preservantes.

Finalmente, pero en realidad esto debe ser principalmente, lo que aprendí a golpes en el corazón es que si tienes sospechas de que hay alguna alergia presente, uno debe ponerse sin duda en las manos de un pediatra que ya haya visto casos de alérgias alimentarias. Hay que evitar los tratamientos donde sin haber identificado los causantes de la alergia, te hacen pasar por todas las leches en el mercado que al final terminan irritando aún más el intestino de tu bebé. También es muy bueno tener la opinion de una nutricionista que entienda el tema de las alergias. Esto ayudó mucho a mi niña a recuperar peso sin caer en la tentación de darle engordantes que terminen lastimando su intestino. Y, arrisesgándome a la crítica, voy a gritar que es muy difícil salir de esto si tu bebé no deja la leche materna. Filtrar los alérgenicos desde la dieta de la madre es muy duro, no por la voluntad ni la determinación de hacerlo, es por la cantidad de alergénicos escondidos que hay en los alimentos de hoy.

Parece abrumante. Quizás lo sea. Sin embargo, con compañía, ánimo y buen humor, al cabo de unos días encontrarás que la dieta se automatizó, que hay una rutina establecida, que tu bebé empieza a comer con ánimo y que las detestables evidencias de alergia desaparecen. ¡Finalmente!

¡Infeliz año nuevo!

Rocío cumplió su primer año en diciembre del 2007. El control de su dieta y la supér leche tuvieron un efecto increíble en ella. Rocío alcanzó un peso aceptable, disfrutaba sus ya más variadas comidas, hizo una rutina ordenada de siesta y no tuvo ningún episodio intestinal fuera de lo común y ordinario. Todo era felicidad hasta que llegó, trepado en las corrientes del viento veraniego, una indeseable visita, un virus intestinal.

Nuevamente, vimos diarrea, mucosidad y algo que no estabamos seguros pero que parecía ser sangre en el pañal de la bebé. Corrimos al médico. Todo era muy extraño. Habíamos sido tan cuidadosos con la dieta de la bebé ¿Cómo es posible que esté pasando esto otra vez? Nos preguntabamos. La pediatra de Rocío no estaba en Santiago así que nos tocó ver a otro pediatra que, gracias a la modernidad de las clínicas ahora, cuando llegamos a su oficina ya tenía la historia de Rocío en su pantalla del computador y estaba al tanto de sus alergias. Después de escucharnos y de examinar a Rocío nos dijo que esto no parecía ser una reacción alérgica y que era un virus intestinal, de estos que andan por los aires santiaguinos en el verano. Nos dijo que debería pasar en unos cinco días. Era 31 de diciembre y pasamos la noche vieja cambiando pañales indecentes y deseando que la temperatura de la bebé se mantenga dentro de lo normal.

Durante este episodio, Rocío nunca levantó temperatura y no perdió el apetito, pero las diarreas no paraban. Ya había pasado más de una semana y la situación empezó a no dejarnos dormir de la preocupación. Llevamos a la bebé a su pediatra de siempre, que ya estaba de vuelta y después de varios análisis de rigor, nos dijo que lo que empezó con un virus intestinal, como nos diagnosticó su colega, se transformó en una reacción alérgica a algo que ella estaba comiendo en esos momentos. Esto suele pasar, nos contó y nos advirtió que la próxima vez que la bebé se pesque uno de estos viruses, la dejemos solamente a papa y arroz.

Nos pusimos en una campaña de descarte de los alimentos que le dábamos a Rocío y finalmente descubrimos que lo que estaba irritando el intestino de la bebé en esos momentos eran las carnes de vaca y de pollo, sus alimentos favoritos. Con mucha pena pero para su bien, tuvimos que eliminar estos preciados alimentos de su dieta. Después de una semana, cuando la diarrea paró, empezamos a dar carne de cerdo a Rocío, con muy buen resultado. Cuando Rocío vió los pedacitos del dorado cerdo a la plancha en su mesita de comida ella sonrió emocionada y movió sus brazos frenéticamente como si estuviese levantando vuelo.

Y los culpables son....

A la semana siguiente nos encontrabamos nuevamente en el consultorio de la gastroenteróloga con los resultados en mano que nos iban a señalar los enemigos del intestino de Rocío. La doctora abrió todos los sobres y mientras los registraba en su computador nos fue diciendo: "Rocío tiene una alergia declarada a la proteína de leche y a la soya".

Nosotros respiramos, pero no profundamente porque ella cambió de hoja y continuó: "también tiene sensibilidad a la avena, trigo y huevo. Esto es porque su intestino se debilitó a causa de la alergia que no fue tratada a tiempo", nos dijo en nuestra cara pelada. Después de un silencio y una visible concentración en la lectura de la biopsia, nos dijo: "y no es celiaca." Aquí sí que nos permitimos un respiro profundo porque ya antes ella misma nos había sacado de la ignorancia al explicarnos sobre la celiaquía.

Posteriormente, nos dió las indicaciones para la alimentación de Rocío que lógicamente excluían productos lácteos, soya, avena, trigo y huevo. También teníamos que ser ultra conservadores con los alimentos envasados y tener muy encuenta que existe, algo que antes mencioné y que aprendí de ella en este preciso momento, algo que se llama contaminación cruzada. Esto es, repito, cuando un alimento que contiene algún alergénico es procesado, envasado o usado en el lugar donde se procesan otros alimentos y termina contaminándolos.

Así que volvimos a casa con una dieta en mano y la tranquilidad que te da el saber contra que estás peleando. La dieta no era nada del otro mundo para nosotros. Es más, era más cercana a lo que yo empecé a recordar eran las dietas de los bebés que habían pasado por mi casa en Perú. Por estos días solía recordar mucho a mi familia y extrañaba muchísimo a mi madre. Cuando la puse al tanto de las indicaciones que la gastroenteróloga chilena me dió para la dieta de Rocío, mi mamá me interrumpió varias veces diciendo: "pero eso es todo lo que se le da a un bebé, zapallitos, camotes, papas, arroz, sopitas de carnes y frutas cocidas. Levantando intencionalmente aún más la voz también me preguntó: ¿Por qué se te ocurrió darle yogurt a la bebé?"

Estos eran unos de esos momentos en los que me daba cuenta que había pasado tanto tiempo viviendo lejos de casa, adquiriendo costumbres y experimentado culturas tan interesantes y tan diferentes a la de mi querido Perú.

martes, 29 de enero de 2008

La ignorancia nos pasó la primera factura

Llegamos a Chile entusiasmados con la esperanza de que el establecernos por fín en un nuevo hogar era la solución para los males de Rocío, pero no fue así. Rocío decayó notablemente. El rechazo a la comida era rotundo, estaba ojerosa, dormía muy mal, pasó de tener constipaciones severas a diarreas y, lo más dramático de todo, volvió a tener mucosidad y sangre en el pañal. En ese momento, el fantasma de la alergia nos invadió y casi como un reflejo yo volví nuevamente a mi dieta libre de lácteos y soya, ya que mi bebé continuaba alimentándose solamente de mí.

Después de haber pasado por casi una decena de pediatras en Buenos Aires y en Santiago que ignoraron olímpicamente nuestras historias y temores de una reincidente reacción alérgica, nos encontramos en una clínica santiaguina sentados frente a una pediatra que, después de escuchar nuestra ya gastada pero persistente historia de la salud de Rocío, nos dijo que lo mejor que podía hacer por nosotros era referirnos en esa misma clínica e inmediatamente a una pediatra gastroenteróloga que tenía varios casos de alergias alimentarias infantiles. Fue así que llegamos finalmente a la portadora de las llaves del oscurísimo encierro donde nos encontrabamos. Nos salió muy caro, más que monetariamente, emocionalmente salir de la ignorancia y brutalidad que había llevado a nuestra bebé a la crisis en la que se encontraba.

En nuestra primera cita con la gastroenteróloga, con un poco de pena pero sin vergüenza ya a estas alturas, llevamos el pañal de la última diarrea de Rocío y se lo mostramos. Ella no tardó ni tres segundos contados en decir que ésto era una clara alergía y muy avanzada ya. No titubeó para nada y con la seguridad y firmeza que necesitabamos escuchar nos dijo que teníamos que actuar y rápido.

En menos de una semana le hicimos a Rocío pruebas de descartes alérgicos, los famosos IgEs de sangre, tests cutáneos, test parches en la espalda para ver reacción immediata contra reacción tardía y, los más descorazonadores de todos, una endoscopía y una colonoscopía con biopsias. Mi bebé en estos momentos había cumplido nueve meses.

El día de la endoscopía y colonoscopía fue muy impactante y demasiado fuerte para mí. Me tuvieron que pedir que salga de la habitación y que trate de controlar mis lágrimas para bienestar de todos. Afuera, en los hombros de mi esposo, lloré amargamente los cuarenta minutos que duró el procedimiento y me culpé cada segundo por haber sido tan ignorante y haber dejado que mi bebé reciba esos alimentos a los que era alérgica. Irónicamente este mismo pensamiento me traía de vuelta al perdón porque me daba cuenta de que yo no sabía en ese minuto a que alimentos era alérgica Rocío. No lo sabía mi esposo, en realidad, no lo sabía nadie. En el fondo, no tenía nadie a quien culpar.

Al terminar el procedimiento, la gastroenteróloga nos dijo que el daño en el intestino de Rocío era el típico de una reacción alérgica y que debíamos esperar los resultados de todos los análisis para identificar a nuestros enemigos. Mientras tanto, la indicación inmediata fue suspender en el acto y por completo la leche materna y empezar la alimentación con la única leche hipoalergénica a la que se puede acceder en Chile, la famosa y muy cara Neocate. Esta noticia fue devastadora. Por casi tres meses habíamos intentado por todos los medios de darle a Rocío leche de fórmula sin éxito. ¿Cómo ibamos a lograr que tome el biberón en un día? preguntamos a la doctora, a lo que ella contestó: "Yo no sé. Le darán con vasito, con cucharita, con gotero, como sea, pero en estos momentos ella no puede recibir una gota más de leche tuya", dijo mirándome. Yo entendía perfectamente. Aunque vuelva estrictamente a la dieta del horror y más limitada aún, todavía no teníamos bien identificadas las alergias de Rocío y para eliminar los alergénicos de mi cuerpo tendrían que pasar unos quince días. Rocío estaba una posición en la que no podía soportar ese tiempo de maltrato a su intestino.

Para nuestra sorpresa, esa misma noche Rocío recibió emocionada y sonriente a su abuela que vino de Argentina a visitarla y después de pelear solamente por tres horas contra el biberón, finalmente se durmió al terminarse una mamadera completa de su nueva súperleche.

De guatemala a guatepeor

Todos los cambios nos bombardearon de una. De pronto nos encontramos con que Rocío empezó con los sólidos, nosotros le estabamos insistiendo sin éxito con la leche de fórmula, ya yo estaba incluyendo productos lácteos en mi dieta y el más grande cambio de todos, nos estabamos yendo de Estados Unidos a Argentina, para después mudarnos definitivamente a Chile.

Nos fuimos de Estados Unidos a Argentina sin penas y en esos momentos no muchas glorias, ya que no era del todo claro donde estábamos en relación a las alergias de Rocío. Todo era muy incierto. Es más, nosotros pensabamos que ya podíamos colocar en el cajón de los malos recuerdos la experiencia vivida en relación a las alergias de la bebé. Sin embargo, al llegar a Argentina, Rocío nos sacó de la ilusión y en cuestión de días nos trajo a la cruda realidad. Nos mostró la primera de las grandes señas de que algo andaba mal: no subía de peso. También dejó de comer y se estreñía terriblemente.

Escuché todas las teorías y suposiciones posibles que justificaban la falta de apetito de Rocío, las cuales por supuesto ninguna consideraba la sospecha de que Rocío estaba pasando por una tremenda reacción alérgica. En una crisis de total aturdimiento, cometimos el peor de los errores que uno puede cometer contra el alérgico intestino de un bebé, innovar en su alimentación. En el caso de Rocío, el peor de los peores fue ofrecerle productos lácteos. La ignorancia presente en toda su amplitud hizo que esta confusa etapa de nuestra experiencia como padres nos traiga en el futuro tremendas repercusiones en nuestra bebé.

Irónicamente, Rocío siempre probó con ánimo un sabor nuevo, pero en este caso, cada cucharita de yogurt y yogurcitos, flan y flancitos, postres y postrecitos que recibió fueron dardos fulminantes en su irritado intestino.

lunes, 28 de enero de 2008

Un gran error muy americano

Fue por el tiempo del primer desafío que la idea de empezar a dar leche de fórmula a la bebé estaba en nosotros más fuerte que nunca. Decididos a buscar un punto de vista más alentador, nos fuimos a consultar a otra pediatra, una no pro leche materna conservadora quien después de escuchar dos minutos mi historia dramatizada al cien por cien de las alergias de Rocío me dijo: "estar agotada es la razón más válida para cortar la leche materna" y continuó, "dar pecho tiene que ser una experiencia mentalmente y físicamente saludable, si esto no está pasando, ésto no está bien ni para tí ni para tu bebé". Respiré profundamente al terminar de oir esas palabras.

Esas palabras de apoyo y comprensión me dieron una gran sensación de alivio y ciertamente coraje para enfrentar la no fácil tarea de intentar quitarle la leche materna a un bebé que solamente conoce por comida el pecho de su madre. Además, con esta pediatra también abordamos el tema de que ya era más o menos momento en que deberíamos empezar con los sólidos en la alimentación de Rocío. Así que el nuevo plan en pie de introducir sólidos y cambiar a la leche de fórmula era la nueva misión en nuestra rutina diaria. La decisión fue buena pero, en el proceder, erramos.

Se veía fácil. Solo teníamos que empezar a dar a Rocío unas cucharitas de camote, arverjas o platano una vez al día y gradualmente aumentar cantidad y variedad para ir acostumbrando su estómago. Esto funcionó muy bien. A Rocío le encantó la comida, y ¿Cómo no? Yo no había escuchado de ningún bebé que se resistiera a los sabrosísimos sabores de los colados de Gerber. Hasta el día de hoy me pregunto ¿Cómo es que yo, una mujer que se volvió una leedora compulsiva de etiquetas alimenticias, no se dió cuenta que en las letras chiquitas de todos los colados salados de Gerber dice "suero de leche"?

De la leche de fórmula ni hablar. Por muy buena que la leche especial hipoalergénica era para ella, Rocío la rechazó rotundamente.

domingo, 27 de enero de 2008

Primer desafío

Rocío tenía seis meses cuando la pediatra nos dijo, casi con el tono de estar entregando el primer premio a la pareja ganadora del mayor aguante a la dieta del horror, que estabamos listos para hacer el primer desafío. Esto, lejos de ser una recompensa, en términos de alergias infantiles es que le darás a tu bebé algún alimento que contenga los alergénicos que estas tratando de eliminar y esperas. Si hace diarrea, vomita, se estriñe y deja de comer, le sale sarpullido o más dramáticamente otra vez arroja sangre o mucosidad en el pañal quiere decir que su intestino todavía no estaba listo. La lógica que nos presentó la pediatra americana es que después de cuatro meses de dieta estricta y visible desaparición de las evidencias mencionandas se asume que las alergias se fueron.

Rocío, según la lógica explicada, estaba lista para el desafío. Ya no tenía sangre ni mucosidad en el pañal y por cuatro meses se había alimentado de leche materna filtrada de las proteínas de leche de vaca y soya, producto de las mejores intenciones y laborioso trabajo de sus padres, y digo de sus padres porque definitivamente tengo que honrar la solidaridad de mi compañero quien sin deber hacerlo, lógicamente, mil veces comió a mi lado la visiblemente no apetitosa comida que yo debía comer, momentos que irónicamente me llenaban de felicidad y me gritaban al corazón el "estoy contigo en esto" más grande del mundo.

En cuestión de horas nos escontrabamos esa tarde en el Starbucks de Central Station en Cambridge sentados en una de las mesitas al lado de las enormes ventanas que dan a la calle. No recuerdo que comió mi esposo, pero yo tenía un lemon cake delante de mí y me estaba costando mucho empezar a comerlo. ¡Tanto tiempo había esperado por este momento! y ahora que lo tenía delante de mí no sentía la felicidad que pensaba iba a sentir. Me invadían unos miedos terribles de pensar que estoy haciendo algo que no es bueno para mi bebé. A insistencia de mi esposo, que me repetía que no nos quedaba otra que confiar en lo que nos dijo la pediatra con la mejor de las intenciones, finalmente me rendí. Al poner un trocito del amarillo pastel en mi boca, sentí un frío en la mandíbula y cayeron por mis mejillas lágrimas que no pude contener.

viernes, 25 de enero de 2008

¡Advertencia!: pro-leche materna conservadora

Llegó un momento en la línea cronológica de mi dieta que simplemente acepté:
Ya no puedo más!
Yo necesito parar esto. Quiero estar de buen ánimo, comer mejor y construir un entorno feliz para mi hijita. Además mi lógica me decía que era mentalmente y físicamente más saludable controlar solamente la dieta de un bebé de seis meses que todavía no come nada a controlar la dieta de un adulto que estaba además pasando por un momento de estrés muy alto. Además, ya la bebé había tenido cinco meses de leche materna. Hay bebés que nunca reciben leche materna y todo va bien igual. Así que con la determinación de una leona en caza fuí a la pediatra y le dije que quería cortar la leche materna y empezar a dar leche de fórmula a mi bebé, a lo que ella con media sonrisa y en todo decayente dijo: that's so sad!, ¡Qué triste! en nuestro querido español.
Éste fue el momento en que por primera vez en este cuento me encontré, sin darme cuenta aún, cara a cara con una enemiga amistosa en esta batalla contra las alergias en un recién nacido: una activista pro leche materna conservadora.

Los argumentos de la pro leche en favor de continuar la leche materna eran los tradicionales y muy ciertos como que nada es mejor que la leche materna en los primeros meses de vida para la nutrición de tu bebé, argumento indiscutible. En caso de tener un "problemita como que eventualmente encontremos minúsculos rastros de sangre en el pañal y que sepamos que es una simple alergia", como nos describió ella, no debemos preocuparnos nos aseguró haciendo un esfuerzo para completar la otra mitad de su sonrisa. Simplemente, démosle a la bebé unas gotitas de hierro para evitar anemia. Todo pasará con el tiempo. Nos convenció.

Sí. Nos convenció y con el esperado tiempo pagamos muy caro el precio de nuestra ignorancia. El tiempo nos enseñó que en nuestro caso la leche materna no era lo mejor para nuestra bebé.

jueves, 24 de enero de 2008

Días negros de una nueva madre

Los cuatro meses de adaptación a mi condición de nueva madre y mis limitaciones alimenticias impactaron mi vida de una forma que aveces no quiero recordar. Sin embargo, hoy recapitulo esa parte importante de toda esta experiencia porque simplemente lo pasé, pasa y quiero exhibirlo en mi vitrina de maternidad. Creo que hay cosas que hay que animarse a decir abiertamente, sin vergüenza, con la cabeza en alto y con la esperanza que llegue a alguien que pueda estar en necesidad de escuchar una historia como esta.

Yo estaba harta de mi dieta. La deprivación de sueño me estaba destruyendo emocionalmente, me sentía agotada, baje muchísimo de peso, no tenía apetito, estaba muy irritable, lloraba constantemente, andaba siempre de mal genio y tenía muy poca paciencia con todo. Me entristecía mucho no ser la madre feliz que se ven en los libros de maternidad y cada vez que acontecía algo que me recordaba fuertemente que mi bebé tenía alergias me daban ganas de abrir la puerta y salir corriendo. En esos momentos me preguntaba constantemente: ¿What is wrong with me? o ¿definitamente, se me han cruzado los cables? como dirían en mi barrio limeño.

Ésos fueron los días más negros. Sin embargo, gracias a las eventualidades de la vida, me tocó tener cerca a mi amiga "arroz, pollo y avena" que siempre me contestaba esa pregunta torturadora. La respuesta era conocida en una mujer postparto: las hormonas. Sí, claro. Lo leí, me lo advirtieron, lo entiendo. Pero en mi caso, las bailarinas hormonas postparto en combinación con la indeseable situación alimenticia en la me encontraba no estaban produciento la química que necesitaba para no pensar que se me estaban aflojando los tornillos. Pero, las tempestades pasan como predican algunos.

Todavía añoro aquellos paseos al lado del Charles River, las reuniones casuales en el salón de las lavadoras, los días de tesitos, todos momentos de charlas muy francas y libres de culpa que compartí con "arroz, pollo y avena" y otras amigas muy sinceras. Con 'libres de culpa' quiero decir que fui capaz de vocalizar abiertamente mis sentimientos de infelicidad sin sentir remordimiento por no ser la madre feliz y sonriente que se suponía que debía ser. Esas sesiones casi psicológicas siempre me ponían de mejor humor. Hacían que vuelva a casa contenta y pueda mostrarle a mi compañero del alma que su esposa aún estaba ahí, dentro de aquel cuerpo flaco y emocionalmente impredecible. Le contaba animosa lo que dije y me dijeron y terminabamos siempre riéndonos de algún infaltable chiste que él siempre se las arreglaba para improvisar al respecto. Como cada día siempre estaba él, sosteniéndome para no caer y queriéndome en mis malas como prometió cuando se casó conmigo.

"Arroz, pollo y avena"

La indicación de la pediatra era bastante simple: nada de leche, soya, ni derivados de ambos. Parecía fácil. Yo puedo vivir sin leche, no me gusta el queso y la salsa de soya me es indiferente. Así que todo estará bien, pensé positivamente. Sin embargo, después de la primera visita al supermercado con la intención de comprar alimentos que podía comer, las cosas se pusieron de color de hormiga.

Si te pones a ver detenidamente la descripción de los alimentos, no hay casi nada que no contenga: leche, suero de leche, aceite de soya o aceite vegetal que puede ser de soya, conservantes naturales que generalmente estan hechos de soya, colorantes artificiales que son hechos de leche y muchos detalles más que aprendí después, después de empezar a entender además los términos técnicos que quieren decir que contienen las temidas proteínas de las que estamos hablando.

Regresamos a casa cabizbajos y con muy pocas verduritas en nuestro carrito de compras.

Por cuatro meses tuve la infame dieta de "arroz, pollo y avena", nombre en honor a una gran compañera de combate, una madre que también estaba peleando la misma batalla y en la que me apoyé en los momentos oscuros. Y sí, no había mucha opción. No comía nada que este procesado o que viniera envasado. No podía comer pan, fideos, aceites, galletas, conservas, por supuesto ningún postre, dulce, caramelo, chicle, papita, chisito, gelatina, nada ... la lista es muy larga. Ni siquiera podía comer algo como lentejas o frijoles aunque los cocinara yo misma desde cero. ¿Por qué? Porque después aprendí también que existe la 'contaminación cruzada' que es cuando un alimento es lavado o embolsado en un lugar donde se ha usado el alergénico que estamos tratando de eliminar.

El tema fue bastante duro. Este túnel estaba más oscuro que un murciélago porque además de la soledad alimentaria en la que me encontraba, también estaba sufriendo de aislamiento social. Tenía miedo ir a la casa de alguien y tener que ser siempre la que no puede comer nada. Tampoco podíamos ir a un restaurante porque era una locura pretender que me preparen algo a la medida de mis restricciones. Fue duro, duro para mí, duro para mi compañero de toda la vida y duro para mi bebé porque a pesar de nuestro tremendo esfuerzo, después el tiempo nos enseñó que este plan no es siempre el más adecuado.

domingo, 20 de enero de 2008

Tenemos un plan alentador

Todavía recuerdo la primera vez que ví ese aterrador punto de sangre envuelto en una mucosidad rosada en el pañal de mi hija. El corazón me palpitó muy fuerte, se me hizo un nudo en la garganta y se me aguaron los ojos. Sin embargo, no entré en pánico. Tristemente, ya había escuchado de esto antes. Las alergias alimentarias en un recién nacido no eran una novedad para mí.

Llevamos el pañal a la pediatra y se confirmó que efectivamente era sangre. La sospecha más grande de la pediatra en Boston, Estados Unidos, donde nació Rocío era que Rocío era alérgica a la proteína de la leche y a la proteína de soya. Según sus comentarios, aveces se da el caso de que cuando se tiene alergia a la proteína de la leche también se es alérgico a la soya.

Rocío se alimentaba solamente de leche materna. Así que, como estas proteínas estaban llegando a mi bebé a través de mí, inmediatamente me pusieron en una dieta muy estricta, libre de leche, soya y sus derivados. Después de esta, nuestra primera charla con la pediatra sobre las alergias alimentarias, volvimos a casa mentalmente agotados, yo un poco aturdida, pero con un plan alentador y muchas esperanzas. Según la doctora, si eramos estrictos con la dieta, Rocío saldría de esto antes de cumplir su primer año. Sin embargo, muy pronto nos dimos cuenta que nuestro alentador plan tenía mucho más desafíos de los que habíamos contemplado.

sábado, 19 de enero de 2008

Sangre en el pañal

Mi hija Rocío tenía solo dos meses cuando ví por primera vez rastros de sangre en su pañal.
Hoy, con un año y un mes de vida, Rocío es una niña saludable pero que batalla constantemente las alergias alimentarias con las que ha sido diagnosticada.

Ésta es la historia de Rocío y el relato de nuestras experiencias y esfuerzos enfocados en verla crecer feliz, sonriente y saludable. Si están en la misma película, ojalá que aquí puedan encontrar solidaridad, coraje, consuelo, información y ánimo.