martes, 29 de enero de 2008

La ignorancia nos pasó la primera factura

Llegamos a Chile entusiasmados con la esperanza de que el establecernos por fín en un nuevo hogar era la solución para los males de Rocío, pero no fue así. Rocío decayó notablemente. El rechazo a la comida era rotundo, estaba ojerosa, dormía muy mal, pasó de tener constipaciones severas a diarreas y, lo más dramático de todo, volvió a tener mucosidad y sangre en el pañal. En ese momento, el fantasma de la alergia nos invadió y casi como un reflejo yo volví nuevamente a mi dieta libre de lácteos y soya, ya que mi bebé continuaba alimentándose solamente de mí.

Después de haber pasado por casi una decena de pediatras en Buenos Aires y en Santiago que ignoraron olímpicamente nuestras historias y temores de una reincidente reacción alérgica, nos encontramos en una clínica santiaguina sentados frente a una pediatra que, después de escuchar nuestra ya gastada pero persistente historia de la salud de Rocío, nos dijo que lo mejor que podía hacer por nosotros era referirnos en esa misma clínica e inmediatamente a una pediatra gastroenteróloga que tenía varios casos de alergias alimentarias infantiles. Fue así que llegamos finalmente a la portadora de las llaves del oscurísimo encierro donde nos encontrabamos. Nos salió muy caro, más que monetariamente, emocionalmente salir de la ignorancia y brutalidad que había llevado a nuestra bebé a la crisis en la que se encontraba.

En nuestra primera cita con la gastroenteróloga, con un poco de pena pero sin vergüenza ya a estas alturas, llevamos el pañal de la última diarrea de Rocío y se lo mostramos. Ella no tardó ni tres segundos contados en decir que ésto era una clara alergía y muy avanzada ya. No titubeó para nada y con la seguridad y firmeza que necesitabamos escuchar nos dijo que teníamos que actuar y rápido.

En menos de una semana le hicimos a Rocío pruebas de descartes alérgicos, los famosos IgEs de sangre, tests cutáneos, test parches en la espalda para ver reacción immediata contra reacción tardía y, los más descorazonadores de todos, una endoscopía y una colonoscopía con biopsias. Mi bebé en estos momentos había cumplido nueve meses.

El día de la endoscopía y colonoscopía fue muy impactante y demasiado fuerte para mí. Me tuvieron que pedir que salga de la habitación y que trate de controlar mis lágrimas para bienestar de todos. Afuera, en los hombros de mi esposo, lloré amargamente los cuarenta minutos que duró el procedimiento y me culpé cada segundo por haber sido tan ignorante y haber dejado que mi bebé reciba esos alimentos a los que era alérgica. Irónicamente este mismo pensamiento me traía de vuelta al perdón porque me daba cuenta de que yo no sabía en ese minuto a que alimentos era alérgica Rocío. No lo sabía mi esposo, en realidad, no lo sabía nadie. En el fondo, no tenía nadie a quien culpar.

Al terminar el procedimiento, la gastroenteróloga nos dijo que el daño en el intestino de Rocío era el típico de una reacción alérgica y que debíamos esperar los resultados de todos los análisis para identificar a nuestros enemigos. Mientras tanto, la indicación inmediata fue suspender en el acto y por completo la leche materna y empezar la alimentación con la única leche hipoalergénica a la que se puede acceder en Chile, la famosa y muy cara Neocate. Esta noticia fue devastadora. Por casi tres meses habíamos intentado por todos los medios de darle a Rocío leche de fórmula sin éxito. ¿Cómo ibamos a lograr que tome el biberón en un día? preguntamos a la doctora, a lo que ella contestó: "Yo no sé. Le darán con vasito, con cucharita, con gotero, como sea, pero en estos momentos ella no puede recibir una gota más de leche tuya", dijo mirándome. Yo entendía perfectamente. Aunque vuelva estrictamente a la dieta del horror y más limitada aún, todavía no teníamos bien identificadas las alergias de Rocío y para eliminar los alergénicos de mi cuerpo tendrían que pasar unos quince días. Rocío estaba una posición en la que no podía soportar ese tiempo de maltrato a su intestino.

Para nuestra sorpresa, esa misma noche Rocío recibió emocionada y sonriente a su abuela que vino de Argentina a visitarla y después de pelear solamente por tres horas contra el biberón, finalmente se durmió al terminarse una mamadera completa de su nueva súperleche.

No hay comentarios: