miércoles, 30 de enero de 2008

Y los culpables son....

A la semana siguiente nos encontrabamos nuevamente en el consultorio de la gastroenteróloga con los resultados en mano que nos iban a señalar los enemigos del intestino de Rocío. La doctora abrió todos los sobres y mientras los registraba en su computador nos fue diciendo: "Rocío tiene una alergia declarada a la proteína de leche y a la soya".

Nosotros respiramos, pero no profundamente porque ella cambió de hoja y continuó: "también tiene sensibilidad a la avena, trigo y huevo. Esto es porque su intestino se debilitó a causa de la alergia que no fue tratada a tiempo", nos dijo en nuestra cara pelada. Después de un silencio y una visible concentración en la lectura de la biopsia, nos dijo: "y no es celiaca." Aquí sí que nos permitimos un respiro profundo porque ya antes ella misma nos había sacado de la ignorancia al explicarnos sobre la celiaquía.

Posteriormente, nos dió las indicaciones para la alimentación de Rocío que lógicamente excluían productos lácteos, soya, avena, trigo y huevo. También teníamos que ser ultra conservadores con los alimentos envasados y tener muy encuenta que existe, algo que antes mencioné y que aprendí de ella en este preciso momento, algo que se llama contaminación cruzada. Esto es, repito, cuando un alimento que contiene algún alergénico es procesado, envasado o usado en el lugar donde se procesan otros alimentos y termina contaminándolos.

Así que volvimos a casa con una dieta en mano y la tranquilidad que te da el saber contra que estás peleando. La dieta no era nada del otro mundo para nosotros. Es más, era más cercana a lo que yo empecé a recordar eran las dietas de los bebés que habían pasado por mi casa en Perú. Por estos días solía recordar mucho a mi familia y extrañaba muchísimo a mi madre. Cuando la puse al tanto de las indicaciones que la gastroenteróloga chilena me dió para la dieta de Rocío, mi mamá me interrumpió varias veces diciendo: "pero eso es todo lo que se le da a un bebé, zapallitos, camotes, papas, arroz, sopitas de carnes y frutas cocidas. Levantando intencionalmente aún más la voz también me preguntó: ¿Por qué se te ocurrió darle yogurt a la bebé?"

Estos eran unos de esos momentos en los que me daba cuenta que había pasado tanto tiempo viviendo lejos de casa, adquiriendo costumbres y experimentado culturas tan interesantes y tan diferentes a la de mi querido Perú.

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