lunes, 28 de enero de 2008

Un gran error muy americano

Fue por el tiempo del primer desafío que la idea de empezar a dar leche de fórmula a la bebé estaba en nosotros más fuerte que nunca. Decididos a buscar un punto de vista más alentador, nos fuimos a consultar a otra pediatra, una no pro leche materna conservadora quien después de escuchar dos minutos mi historia dramatizada al cien por cien de las alergias de Rocío me dijo: "estar agotada es la razón más válida para cortar la leche materna" y continuó, "dar pecho tiene que ser una experiencia mentalmente y físicamente saludable, si esto no está pasando, ésto no está bien ni para tí ni para tu bebé". Respiré profundamente al terminar de oir esas palabras.

Esas palabras de apoyo y comprensión me dieron una gran sensación de alivio y ciertamente coraje para enfrentar la no fácil tarea de intentar quitarle la leche materna a un bebé que solamente conoce por comida el pecho de su madre. Además, con esta pediatra también abordamos el tema de que ya era más o menos momento en que deberíamos empezar con los sólidos en la alimentación de Rocío. Así que el nuevo plan en pie de introducir sólidos y cambiar a la leche de fórmula era la nueva misión en nuestra rutina diaria. La decisión fue buena pero, en el proceder, erramos.

Se veía fácil. Solo teníamos que empezar a dar a Rocío unas cucharitas de camote, arverjas o platano una vez al día y gradualmente aumentar cantidad y variedad para ir acostumbrando su estómago. Esto funcionó muy bien. A Rocío le encantó la comida, y ¿Cómo no? Yo no había escuchado de ningún bebé que se resistiera a los sabrosísimos sabores de los colados de Gerber. Hasta el día de hoy me pregunto ¿Cómo es que yo, una mujer que se volvió una leedora compulsiva de etiquetas alimenticias, no se dió cuenta que en las letras chiquitas de todos los colados salados de Gerber dice "suero de leche"?

De la leche de fórmula ni hablar. Por muy buena que la leche especial hipoalergénica era para ella, Rocío la rechazó rotundamente.

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